Situada en una pequeña parcela de 125 m2 en el barrio madrileño de Carabanchel Bajo, la Casa Botijo es un edificio con tres viviendas de 75m2 cada una. El conjunto se organiza en cuatro plantas: una planta baja que sirve de umbral de bienvenida y genera un espacio de encuentro amplio, con una parte cubierta y un patio abierto al fondo; y tres niveles superiores con cada una de las tres viviendas. La fachada trasera se retira del fondo de la parcela y vuelca al patio común buscando aire y luz.
El diseño de La Casa Botijo confecciona su arquitectura a través de la atención al entorno. Se ubica en una calle donde predominan las casas bajas junto a naves industriales de principios del siglo XX de pequeño tamaño, y donde todavía algunas vecinas sacan la silla de mimbre de la cocina a la acera y se sientan juntas con los ojos entornados por el sol en la cara. Se trata de un barrio dentro del barrio, con una escala reducida y un tiempo y un silencio dilatado.
El ladrillo rojo es el material predominante que colorea la calle. Su cerámica envuelve tanto las casas bajas como las naves industriales configurando un paisaje homogéneo a pesar de la diversidad de usos.
El proyecto recoge los elementos que caracterizan el entorno: los materiales como son el ladrillo, pero también el hormigón visto y el acero galvanizado (que aunque en menor grado, también salpican las construcciones de la zona); algunos elementos arquitectónicos que se repiten a lo largo de la calle, las celosías, los patios de las casas, los toldos y los balcones; y también recoge la forma de relacionarse de las vecinas de la calle, sus manos haciendo de visera para matizar el sol y la búsqueda de un espacio tranquilo donde poder acompañarse y charlar.
De esta mirada atenta surge la pieza más emblemática del conjunto, una celosía cerámica tras la que se esconde el núcleo de escaleras. La celosía en fachada aparece como una gran costura de fábrica de ladrillo que se entrelaza con la del edificio vecino.
Así, desde la planta de acceso que funciona como una gran ágora donde sentarse a compartir, o donde poder jugar, la escalera se propone como una continuidad del esparcimiento y de la actividad relacional entre los habitantes de las distintas viviendas. La celosía protege del golpe directo del sol como si fueran las manos de las vecinas que aún charlan en la calle, y la luz entra tamizada y juega a proyectarse y a generar sombras cambiantes sobre las paredes esmaltadas del interior.
Tras la escalera del edificio se sitúan los baños dentro de una banda compacta liberando el resto del espacio de las viviendas. La distribución sigue un esquema en T que organiza tres espacios de diferentes dimensiones con mucha flexibilidad para habitarlos y cambiarlos a lo largo del tiempo.
El techo de las viviendas, acabado con hormigón visto alcanza una altura de 3,20 metros. Esta altura libre proporciona mayor sensación de amplitud y facilita, además, el recorrido del aire para la ventilación cruzada.
Un gran ventanal que ocupa todo el frente de cada vivienda atrapa la luz del sur y calienta la estancia principal. La intensidad se reduce con un toldo enrollable imitando los de los edificios colindantes. Cada vivienda tiene además una terraza. En el interior de las viviendas, el pavimento de linóleo y la madera en los acabados, contrastan con el hormigón, el ladrillo o el acero galvanizado del exterior, y dan calidez a las estancias.
La gran inercia térmica del conjunto, gracias a los más de 10cm de espesor del aislamiento de la envolvente y a la resistencia térmica de las carpinterías; la ventilación natural cruzada que recorre de norte a sur cada vivienda y que, gracias a la altura, completa el ciclo de renovación del aire con mayor rapidez y eficacia; el acceso de luz en todas las estancias junto con la protección solar regulable; o el uso de un suelo radiante-refrescante con producción de energía aerotérmica, garantizan tanto un bajo consumo energético como una reducida demanda.
La Casa Botijo es el resultado de poner toda la atención en una calle concreta de un barrio concreto: de extraer y tamizar los materiales y cómo se usan en los edificios del entorno, de copiar los elementos característicos que se repiten, la forma en la que se relacionan los vecinos, el sol en la cara, las traseras escondidas de las viviendas y las naves industriales, el sonido y el ritmo de la calle, y de zurcir todas estas características, como quien teje una manta de retales, para conformar su arquitectura.